¿Sé sentir?

Escuché en una canción.

“El huracán con mi nombre cuando llegó”.

No sé si lo que sé sentir está bien.

Siento que todo lo rompo cuando lo toco.

Por eso tomó el control de todo, así siento que lo cuido y no lo rompo. 

Veo los tumultos de ropa, esperando el momento de ser lavados. 

No puedo controlar las lágrimas.

¿Qué me hizo ser así?

Las lágrimas quiero que corran por mis mejillas, pero me acostumbre al “no muestres lo que sientes”.

Una vez más dejando que los humanos tengan la decisión de lo que siento. 

Ahora me cuesta trabajo hacerlo, me cuesta trabajo llorar, gritar cuando río. 

No soy un personaje que haya marcado la historia, pero sé que mis palabras retumban en más de uno. 

Estoy cansado, me han hecho mucho, pero tú no lo sabes. 

Terminamos siendo una extensión de nuestro árbol. 

Deseo poder saber lo que siento. 

Solo sé que el cambio me aterra. 

Estoy asustado, ¿alguien puede saber lo que siento?

¿Soy tan complicado de amar?

¿Será mucho pedir, solo tener una historia de amor?

¿Dónde quedó mi sueño y mi peculiar forma de soñar?

Siento que mis cuatro paredes se derrumban.

¿Puede alguien ayudarme a sostenerlas?

Tan simple como…

¿Alguien puede ayudarme?

¿Está bien llorar?

¿Está bien reír hasta hacerme pipí?

¿Está bien no querer hablar con nadie?

Solo dímelo…

¿Está bien lo que sé sentir?

Me derrumbé tanto, que tuve que volver a construir todo desde cero. 

No conozco por donde camino. 

Me cambio tanto la vista que tenía, que no sé si salto, corro o me detengo.

Fue un placer conocerme.

Pero mi antiguo yo ya no existe.

Quisiera volver a él, pero eso me hace más daño que bien. 

No existe una tumba, solo sé que fue sin decir adiós. 

No sé ni qué día se fue. 

Me llamo igual, pero no soy el que llevaba ese nombre. 

Solo quiero que esto sea un recuerdo amarillo, pero tiene tantos colores. Que no sé si lo quiero recordar.

En fin, ya sabré lo que siento, ahora no me preocupo por eso. 

Sé que estoy feliz y luego no, pero así es esto. Que aburrido sería solo reir, y privarte de llorar y odiar los días soleados.

Jonathan Jesse